Para mantener intacta nuestra ilusión al viajar a veces es necesario enfocar nuestros desplazamientos de una manera diferente. Aunque estemos acostumbrados a viajar a sitios que alberguen paisajes, climas y culturas que difieren completamente entre sí, no podemos evitar adquirir algunas rutinas que pueden hacernos perder el interés por ello: coger aviones o autobuses, disponer de una habitación de hotel para descansar y guardar nuestros enseres personales…
En muchas ocasiones, en el cambio está la virtud. Y para viajar es imprescindible tener clara esta premisa. Cada viaje es completamente diferente a otro. Por eso no podemos seguir los mismos esquemas. Si tenemos eso en cuenta, ¿por qué no dejar de lado el desplazarse en aviones o autobuses y volvemos a emplear un medio tan efectivo y útil como la caravana?
Esta misma pregunta nos hicimos mi familia y yo cuando planeábamos las vacaciones del pasado mes de agosto. Mi mujer, mis niños y yo disponíamos de dos semanas de asueto antes de regresar al trabajo. Pensábamos visitar varias ciudades de Italia y, para ello, lo primero que habíamos pensado era viajar hasta Roma en avión y desde allí desplazarnos en autobús o alquilar un coche para visitar el resto de ciudades que teníamos pensado conocer, en cada una de las cuales nos estarían esperando dos habitaciones de hotel.
¿Problema? Organizar eso era caro, complicado y hasta confuso. Sin embargo, con el alquiler o la compra de una caravana todo se haría más llevadero. No estaríamos sujetos a los horarios de las compañías de avión o autobús. No tendríamos que llamar a un hotel de cada ciudad para hacer nuestra reserva. Y, lo más importante, no se nos iría una inmensa cantidad de dinero.
Tanto mi mujer como yo lo veíamos claro. Solo nos faltaba el encontrar una entidad cuyas caravanas nos proporcionaran la comodidad y la seguridad que queríamos encontrar. Caravanas Cruz nos la dio. Sus vehículos, que pasaban inspecciones periódicas y se encontraban en perfecto estado, también eran lo suficientemente espaciosos como para acogernos a los cuatro sin demasiados agobios, algo que terminó por convencernos.
En cuanto nos decantamos por un modelo Laika Ecovip Capuch, uno de los trabajadores de Caravanas Cruz nos explicó detalladamente todo lo referente al vehículo: dónde se situaba cada mando para su conducción, donde se guardaban los papeles y dónde estaban puestos los utensilios necesarios (cazuelas, cubiertos, sábanas) para residir en la zona de la vivienda. La verdad es que según nos iba contando aquel hombre, más crecía la ilusión por realizar este viaje entre mi familia.
Días irrepetibles
El momento de comenzar nuestras vacaciones llegó y con él también lo hizo la hora de recoger la caravana. Desde el primer momento pude comprobar que la conducción de aquel vehículo no iba a acarrearme ningún problema porque el movimiento era ligero, las marchas se cambiaban sin dificultad y los frenos funcionaban a la perfección. Aquel viaje tenía una pinta increíble.
Y pronto se convirtió en una realidad. Milán, Turín, Roma o Florencia fueron algunos de los lugares en los que nos asentamos durante aquellas dos semanas cargadas de placer, diversión y aprendizaje cultural. Ver la cara de satisfacción de mi mujer o a mis hijos curioseando animados cada lugar por el que pasábamos no tenía precio. Disfrutaba, junto a mi familia, de uno de los mejores desplazamientos que había tenido a lo largo de mi vida.
Lo hacía además en una caravana que no solo tenía una conducción fácil, sino en la que también se podía vivir cómodamente. Tumbarse en la cama era una de las cosas más gratificantes. Había espacio para todo y para todos. Y encontrar un sitio en el que aparcarla no resultaba demasiado complicado.
Lo peor del viaje fue la llegada de la hora de regresar. Costaba hacerlo después de tantas vivencias y buenos momentos, pero no quedaba más remedio. La experiencia había sido totalmente increíble e incluso mejor de lo que habíamos pensado desde un principio. Y era eso con lo que nos quedábamos. Para la próxima Semana Santa estamos planeando una nueva escapada y, desde luego, repetir en caravana es la opción que más fuerza tiene a la hora de desplazarnos.