Uno de los sueños que había tenido con mi pareja era hacer el transiberiano una vez en la vida. Salir de Moscú hasta Vladivostok es toda una experiencia y estuvimos casi un año planeando como lo haríamos. Los días antes del viaje nos costaba dormir, quizás los nervios por hacer algo por fin realidad. Para todos los que nunca hayáis viajado a Rusia, hay que pedir un visado y hacer una serie de formalismos que casi parecen hechos para que no visites el país.
Nosotros no desistimos y en Moscú aterrizamos un soleado 1 de julio rumbo a nuestra aventura. Pese a las dificultades idiomáticas con un ruso muy básico, conseguimos realizar todas las contrataciones de nuestro viaje.
Cuando te montas en el tren tienes la sensación de estar siendo transportado a otra época. Lógicamente esto no pasa cuando sales de Moscú, pero pasadas unas horas, vas viendo que estás ante un país extenso de llanuras y paraísos naturales interminables. Aunque realizas paradas, muchas veces a través de la ventana puedes ver muchos de ellos.
No se nos olvidan aquellas praderas con gente saludándonos mientras realizaban sus labores diarias con la mejor de las sonrisas. Ahí es donde se ve esa gente humilde rusa, alejada de la que vive en las grandes ciudades y que parece más fría, quizás por el estrés de la ciudad.
Conforme van sucediéndose los kilómetros puede verse como la Rusia europea nos va abandonando para dejar paso a la que está pasados los Urales. El paisaje y la densidad de población cada vez es menor a la vez que las razas asiáticas aparecen para enriquecer unos paisajes que son inolvidables.
Nos íbamos acercando a Vladivostok y con ello el final del viaje, ya que pensábamos hacer la vuelta en avión. Nos animamos a visitar esta ciudad y andando por una de las avenidas importantes se nos acercó un cachorrito de huskie. Era un perro precioso, ojos azules claros y muy cariñoso.
Una sorpresa canina
El perrito nos seguía y vimos que no aparecía ningún dueño. Mi pareja me miró y ya sabía lo que pensaba ¿y si nos lo quedamos? Teníamos 48 horas en Vladivostok para intentarlo, de primeras nos lo llevamos al hotel, donde aprovechamos para lavarlo y adecentarlo un poquillo, ya que, aunque no estaba muy sucio el tener parte del pelo blanco hacía que se le notase más la suciedad.
En Internet buscamos soluciones a esto y contactamos con animalesporavión.com. En la web pudimos ver que podían ayudarnos a realizar las gestiones de entrada en España. Ellos se encargaban de transportarlo y entregarlo en nuestro domicilio. Les comentamos el caso y junto con el consulado español nos ayudaron en el envío de nuestro perrito.
Ellos también se encargaron de que fuera en el transporte correcto y pudimos traerlo a España sin ningún tipo de problema. Lo último que pensábamos es que volveríamos del transiberiano, no solo con una experiencia inolvidable, sino con un amigo perruno.
La verdad es que viajar es una de las mejores cosas que puede hacer uno en el mundo, así que os animo a que cumpláis vuestros sueños viajeros, ¡merece la pena!